La elección de tratamiento para la leucemia linfocítica crónica depende del estadio de la enfermedad, de la edad, los síntomas y otras enfermedades (comorbilidades) que tenga el paciente.
La naturaleza crónica de la enfermedad, que se caracteriza por una progresión lenta, da lugar a que muchos pacientes no presenten síntomas en el momento del diagnóstico.
Cuando los pacientes no tienen síntomas, no reciben ningún tratamiento más allá de una vigilancia activa a través de chequeos regulares para controlar la enfermedad.
Se iniciará el tratamiento de la leucemia linfocítica crónica si existe evidencia de algunos de los siguientes factores:
El hecho de que se produzca una recaída o se desarrolle resistencia a un tratamiento no es un criterio para iniciar tratamiento inmediatamente; los pacientes pueden estar sin tratarse por un periodo de tiempo.
Las principales opciones de tratamiento para la leucemia linfocítica crónica son:
La quimioterapia consiste en una serie de fármacos que se administran para destruir las células de multiplicación rápida, como es el caso de las cancerosas. Produce efectos secundarios como riesgo de infecciones, anemia, trombocitopenia, caída del cabello, vómitos, náuseas, cansancio o dolor de cabeza. Estos efectos son temporales y generalmente desaparecen tras finalizar el tratamiento.
Proteínas artificiales que se adhieren a objetivos concretos, los antígenos en la superficie de las células de la leucemia linfocítica crónica, destruyéndolos de manera dirigida.
La medicación utilizada en estos casos bloquea las moléculas específicas en el interior de las células tumorales que hacen que se desarrollen, multipliquen y vivan más. Algunos de estos fármacos intervienen en el proceso de supervivencia de las células tumorales, como los inhibidores de la proteína tirosín quinasa de Bruton (iBTK), los inhibidores de la PI3K o los inhibidores de la proteína pro apoptótica BCL-2.
El trasplante no es el método más utilizado para tratar la leucemia linfocítica crónica debido a la avanzada edad que tiene la mayoría de los pacientes. Se trata de un procedimiento mediante el cual se trasplantan células madre sanas de la médula ósea o de la sangre del donante.
Esta opción de tratamiento se puede considerar en pacientes más jóvenes con criterios de enfermedad de alto riesgo y que hayan progresado tras otros tratamientos.
Cabe destacar que la leucemia linfocítica crónica no tiene cura. Por ello, el objetivo del tratamiento se centra en el control de la enfermedad para alargar la supervivencia, en la reducción del tamaño de los ganglios linfáticos, en la remisión de los síntomas y, en definitiva, en la mejora de la calidad de vida del paciente.