El diagnóstico de una enfermedad o afección médica supone un punto de inflexión
en la cotidianidad del paciente y puede despertarle una preocupación constante por la evolución de su estado de salud.
La ansiedad y el estrés que genera esta circunstancia, unidos a los posibles síntomas de dolor, malestar o incapacidad que produzca la enfermedad, puede desencadenar síntomas de depresión, especialmente en aquellas patologías crónicas.
El trastorno depresivo debido a otra afección médica se manifiesta con un estado de ánimo deprimido durante un período de tiempo importante y persistente. Algunos pacientes sufren también una disminución notable del interés o placer por todas o casi todas las actividades, incluso aquellas con las que antes disfrutaban.
Entre las afecciones con las que la depresión podría estar relacionada, pueden destacarse enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión arterial o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Diabetes: según el estudio DIADEMA, el 20% de los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 (DM2) tienen depresión. Además, la relación entre ambas enfermedades parece ser bidireccional: los pacientes diabéticos podrían tener el doble de posibilidades de sufrir depresión que los no diabéticos, mientras que la depresión aumenta el riesgo de diabetes e interfiere con su correcto autocontrol.
Si bien las razones que explican esta relación no están claras, ser mujer y tener una edad avanzada podrían favorecer la asociación entre la DM2 y la depresión.
Por lo que respecta a la diabetes tipo 1, también está relacionada con un mayor riesgo de depresión, especialmente en pacientes con complicaciones por la diabetes, un número elevado de hiperglucemias (subidas de azúcar) semanales y baja calidad de vida.
Con todo, es fundamental que los pacientes diagnosticados con depresión y diabetes que siguen un tratamiento antidepresivo sean adherentes al mismo, ya que el uso regular de antidepresivos en pacientes con diabetes disminuye el riesgo de complicaciones macrovasculares (principal causa de fallecimiento en el paciente con diabetes).
Hipertensión arterial: esta enfermedad se debe al menos a dos tipos de factores de riesgo, los biológicos y psicológicos, entre los que se incluye el estrés crónico, que también puede actuar como desencadenante de la depresión.
La frecuencia de depresión es elevada en personas hipertensas: se estima que un 40,5% de ellas desarrollan síntomas depresivos, los cuales influyen negativamente en el cumplimiento del tratamiento antihipertensivo.
EPOC: la enfermedad pulmonar obstructiva crónica es una afección con un gran impacto en el día a día de los pacientes. Por ello, las personas con EPOC tienen un mayor riesgo de sufrir depresión, estrés y ansiedad; en sentido inverso, estar deprimido puede empeorar los síntomas de la EPOC, al hacer más difícil que el paciente pueda cuidar de sí mismo.
Diagnosticar y tratar de forma precoz la depresión en los pacientes con esta afección pulmonar resulta fundamental, ya que se estima que un 25% de quienes padecen EPOC severa pueden llegar a desarrollar síntomas depresivos.
De acuerdo con el DSM-5, existen otras afecciones estrechamente asociadas a la depresión, como:
La enfermedad de Cushing: se estima que casi el 80% de los pacientes experimentan síntomas depresivos. En particular, suelen tener concentración baja, despertares durante la madrugada y la libido disminuida. Normalmente, el tratamiento de la depresión en estos pacientes ha de ser combinado con el del hipercortisolismo.
El hipotiroidismo: los datos apuntan a que esta enfermedad aumenta 7 veces el riesgo de un trastorno del estado de ánimo, como la depresión, en comparación con la población general. Normalmente, si no existe una depresión real, los síntomas depresivos del hipotiroidismo desaparecen cuando el paciente es tratado adecuadamente de su problema de tiroides.
La esclerosis múltiple: se estima que la mitad de los pacientes diagnosticados con esclerosis múltiple desarrollan una depresión con síntomas comunes como irritabilidad, fatiga, falta de concentración, desánimo o frustración. Si bien, no está claro si están causados por la patología en sí misma o por el impacto que produce una enfermedad crónica. La gravedad del trastorno depresivo aumenta en los estadios avanzados de la esclerosis múltiple.
Diagnóstico y evolución
El diagnóstico del trastorno depresivo debido a otra afección médica se realiza a partir de la historia clínica del paciente, de su exploración física o de los análisis de laboratorio, que deben apuntar al trastorno depresivo como una consecuencia fisiopatológica directa de otra afección médica.
Algunas veces, los síntomas depresivos desaparecen en la medida en que la persona se adapta o en que se trata la enfermedad.
En otros casos, la depresión puede deberse a ciertos medicamentos que se usan para tratar la enfermedad.
Ante la sospecha de que algún fármaco puede estar causando depresión al paciente, se recomienda consultar con el médico para que pueda valorar la posibilidad de retirarlo o de cambiarlo por otro.